Habíamos decidido que este verano iba a ser diferente:  Conoceríamos un país nuevo, pero de un modo distinto, ¡y no sabíamos cuanto!… Preparamos el viaje con mucha ilusión, incertidumbre y sobre todo con muchas ganas. Nos íbamos a Etiopia, de la que llevábamos oyendo hablar en el colegio varios años. Tratábamos de prepararnos para lo que nos íbamos a encontrar allí, pero… la experiencia, las sensaciones, las imágenes, los olores, las gentes… no se pueden explicar por mucho que cuentes, tampoco puedes prepararte para ello, es sorprendente.

La inmensa mayoría de los niños sólo hacen una comida al día, para la que tienen que caminar, en muchos casos, más de una hora; algunos llevando a sus hermanos más pequeños a cuestas. Tienen sus vientres hinchados por la malnutrición, la piel escamada, los ojos tristes, …

El concepto de familia es muy distinto, los niños son abandonados en los caminos; por el contrario, nosotras hemos sido recibidas por todos como uno más de la casa. Impresiona lo agradecidos que son, cómo tratan de agasajarte con lo poco que tienen, su hospitalidad, lo felices que son los niños, la falta de maldad, su ingenuidad, su belleza, su confianza, respeto y amor.

El país tiene dos colores básicos: el verde de la abundante vegetación, y el marrón, color que como el barro inunda todo: los caminos, las casas, las ropas, a los niños…. Pero el más bonito de todos, el que se queda en la retina de todos es el blanco de la sonrisa y la mirada de los más pequeños.

Nuestra labor, a parte de ayudar a las Hermanas en todo lo que han necesitado, se ha desarrollado con los niños, tanto de la calle, como del orfanato. Hemos atendido la mesa de los pobres. Hemos visitado a familias necesitadas. Hemos bajado al hospital para acompañar a los enfermos y familiares. Hemos llevado: medicinas, ropa, calzado, juguetes… que pudimos enviar desde aquí gracias a la colaboración de todo el mundo que nos ha apoyado en este proyecto. Hemos vestido y calzado a más de 600 niños en todo el mes.

Pero lo fundamental, hemos tratado de llevar alegría, dar lo mejor de nosotras, y hacerles un poco más felices en la medida de nuestras posibilidades. Aunque un mes pueda parecer mucho tiempo, ha sido muy breve, ha sido una pequeña gota en un mar de necesidades. Hemos regresado a España, con una sensación extraña, con el deseo de volver en cuanto nuestras obligaciones (trabajo, familia…) nos lo permitan.

GRACIAS por dejarnos CRECER, y poder compartir nuestra “buena estrella”, dándonos a los demás, sobretodo a los que les ha tocado vivir en la parte oscura del eclipse, en la nuestra se sigue viendo el Sol. ¡Volveremos muy pronto!.

Crear-Sonrisas