Después de todo un año trabajando desde España, volvemos a la Misión de Dubbo. Nada más llegar, nos damos cuenta que este año Etiopía lo está pasando mal, pero esto no es nuevo, pues lleva así muchísimos años, aunque este año su situación es crítica, está pasando una grandísima hambruna debido a la escasez de lluvias del invierno; estas no llegaron, la cosecha no llegó y la comida tampoco. El gobierno ha decidido repartir alimento para paliar el problema, pero son miles, y no llega a todos.

El tercer día de estar en la Misión, tuvimos un parto en directo: las familias de los apadrinados deben ir una vez a la semana a realizar algún trabajo a la Misión (recoger hierba, cortar leña…);
una de las madres, mientras estaba cortando la hierba agachada, dió a luz a su bebé, ella no sabemos si en algún momento se dio cuenta que estaba embarazada, pues debido a la mala alimentación sus barrigas siempre están hinchadas.

En todo momento estuvimos con la madre, el bebé y el resto de las mujeres. Allí no hubo ni gritos, ni llantos. Nada altera el momento, es pura rutina: una me agarra, otra con una cuchilla corta el cordón, y un poco de agua para limpiarme, y con otra criatura de
vuelta a casa, ya era su sexto hijo, a pesar de su corta edad. Creo que las más nerviosas éramos nosotras, pues no sabíamos que hacer.

En la mesa de los pobres, algunos días tuvimos que darles leche en polvo, pues llegaban sin fuerzas, recordemos que muchos caminan durante mucho tiempo para llegar, no les gusta y para algunos es más tortura que pasar hambre, Algunos días les hemos dado galletas, caramelos y dulces que hemos comprado en el mercado de Soddo o hemos llevado desde España. También este año hemos llevado camisetas, calzado, juguetes y ropa en general, que les hemos ido repartiendo poco a poco.

Los niños con respecto al año pasado, no han crecido, no han cambiado y el que lo ha hecho, ha sido para empeorar. Sólo se les nota mejoría a los bebés, y tampoco te lo explicas, porque mamar,
maman, pero lo que sale de ahí es un poco inexplicable.

Muchas tardes las hemos dedicado a visitar a las familias de los apadrinados, y la verdad es que de un año a otro han mejorado. Un día de mercado decidimos ir para comprar animales a algunas familias más necesitadas, es espectacular, compramos cabras, ovejas y gallinas, ¡toda una experiencia!.

Este año hemos tenido que bajar al hospital en varias ocasiones con algún niño enfermo, pero sobre todo a visitar los pabellones infantiles, en especial el de desnutridos, hemos bajado ropas y pan para enfermos y familiares. La Casa de la Vida (orfanato) está llena de bebés de meses y la leche en polvo y las papillas son muy caras, al igual que los pañales; también les hemos llevado bastantes. El sábado por la tarde durante «el rosario de los niños», hemos repartido bocadillos de crema de chocolate para todos los asistentes. Se corrió la voz, y os podéis imaginar que han ido más de 200.

Esto es lo que vive el país en general, y en la zona donde están las Hermanas, pero este año nos hemos encontrado con otras realidades, no se puede decir que diferentes al año pasado, pero si acentuadas y agravadas por la mala cosecha: desnutrición galopante, graves infecciones y en un alto índice de muertes por malaria y sida, ya que al no tener defensas “cualquier  enfermedad” no se supera.

Nuestro trabajo en la Misión comienza a las 7 de la mañana y es continuo hasta las 10 de la noche; siempre que la electricidad nos lo permite, realizamos labores de oficina y preparamos documentos y cartas para las familias.

Al visitar estas singulares culturas uno aprende a diferenciar lo que es realmente una necesidad vital. Ayuda a cerciorarnos de lo poco que se necesita para ser feliz. Las vidas de estos pueblos no se ven afectadas ni por el encarecimiento del petróleo ni por la bajada del valor del euro. No necesitan ni de psiquiatras, ni de consejeros matrimoniales. No echan en falta ninguno de los múltiples objetos modernos. Allí se quejan del hambre, de la enfermedad, de la sed, del cansancio que provoca el estómago vacío, de la impotencia de ver morir a sus hijos… Millones de personas, están sufriendo los estragos de la falta de alimentos. No tienen grandes necesidades y sus necesidades provienen de la naturaleza. Viven felizmente y en armonía. Al fin y al cabo, ¿no es esto lo que cuenta?.

Ahora tenemos un año por delante para seguir desde España, dando a conocer todos los proyectos de la Misión, y podéis estar seguros que… ¡Nos volveremos a ver!. Tossiuno (gracias).

Crear-Sonrisas